miércoles, 24 de enero de 2024



EL MODELO catalán traído de Holanda por Rinus Michels y Johan Cruyff se ha impuesto en el fútbol español, vía Guardiola a escala de clubes y vía Luis Aragonés a escala de selección nacional. Gracias a este modelo, el futbolista español es un pulpo cien veces pulpo al que cuesta horrores quitarle la pelota, porque no solo tiene facultades técnicas individuales sino una gran capacidad colaborativa a la hora de tejer telarañas con sus compañeros.

La clave de este modelo es esa anécdota que leí sobre Pep Guardiola cuando jugaba en el infantil del Gimnàstic de Manresa, en cuyos entrenamientos estaba prohibido levantar el balón del suelo. Esa manera de entrenar, que en los años 80 solo se daba en algunas zonas de Catalunya, ahora se ha extendido por toda España y los niños se han acostumbrado a jugar raso y al toque: me entero de que si el balón coge una altura de un metro en los entrenos, se les pita falta.

Este modelo, sin embargo, tiene sus contraindicaciones. Con estos métodos de entrenamiento que privilegian el pase sobre el remate o el despeje, vas a producir centrocampistas extraordinarios pero no vas a conseguir delanteros y defensas del mismo nivel. Serán delanteros y defensas que manejan muy bien el balón, pero que no cumplen con los verdaderos retos de sus posiciones, que es la de marcar goles o impedirlos. Los delanteros se crean fajándose duro con los defensas hasta ganarles la posición, se crean aprendiendo a rematar fuerte desde todas las zonas del campo; los defensas, a su vez, se crean en lo físico, metiendo el hombro y saltando de cabeza. Cómo vas a crear defensas si los niños juegan siempre con el balón en el suelo, cómo vas a crear delanteros si el juego colaborativo es tan exagerado que, en la propia selección de esta Eurocopa, he visto la corrupción de que los jugadores, una vez que llegaban al área contraria, en vez de disparar a gol, seguían tocándola, como con la intención absurda de llegar hasta la línea de gol dando pasecitos, cosa que jamás haría un delantero de verdad tipo Lewandowski, Suárez, Haaland o Ibrahimovic.

Por tanto, me pongo de nuevo el gorro de Nostradamus y auguro: el fútbol español va a seguir siendo de los mejores del mundo en los próximos veinte años y va a seguir dominando de cabo a rabo los partidos, porque va a generar los mejores centrocampistas, pero va a padecer de una defensa blandita y delanteros sin gol. El problema no es coyuntural sino estructural, producto de un modelo técnico-colaborativo y poco físico-definitivo: el fútbol del tiqui-taca crea Pedris, Xavis o Iniestas, pero no crea Pujoles, Villas, Goikoetxeas o Santillanas.