ANTES SE respetaban los apodos: si te llamaban La saeta rubia (Alfredo Di Stéfano), Mano de piedra (Roberto Durán), El albatros (Michael Gross) o El hijo del viento (Carl Lewis), podías estar seguro de que ibas a conservarlo hasta tu muerte, sin que ningún modelno viniera por detrás a robártelo. Detecto que fue en la década de los noventa cuando empezó la corrupción; el primer nombre “robado” del que guardo memoria fue el de Dream Team, que se acuñó para designar al equipo de baloncesto que envió la NBA a los Juegos Olímpicos de Barcelona, pero enseguida pasó a denominar también el del F. C. Barcelona dirigido por Cruyff, y hoy designa casi a cualquier conjunto que encadena unas victorias. El segundo atraco descarado es el que se perpetró contra Magic Johnson, cuyo merecido apodo pasó a designar también al piloto de F1 Ayrton Senna y después a Fernando Alonso. Me viene como tercero el que sufrió Shaquille O'Neal, también llamado Supermán, al que otro pívot bastante inferior a él, Dwight Howard, le robó el apodo a pesar de las quejas de Shaquille. Todavía más ridículo es lo que aconteció en España, en la que se colocó el mismo apodo, El niño, a dos deportistas precoces que coincidían hasta en la generación, el uno futbolista (Fernando Torres) y el otro golfista (Sergio García), y no penséis que perdieron el apodo cuando maduraron, no: llegarán a los 90 años y se les seguirá llamando El niño. Pero la verdadera razón por la que escribo estas líneas es porque ayer, durante el partido Inter-Barcelona, me enteré de que a Ferrán Torres le llaman El tiburón y no pude menos que indignarme: ¡el tiburón siempre ha sido Carles Pujol, al lado del cual Ferrán solo puede ser un bacalao! Existen también robos que son homenajes, como el del ciclista Tadej Pogačar, al que se empieza a llamar El pequeño caníbal en referencia a Eddy Merckx, que mantiene El caníbal con toda justicia, o el de Ray Sugar Leonard, que pidió permiso a Ray Sugar Robinson para tomar el Sugar, a lo que Robinson accedió no sin advertirle:
—Pero debes asumir la responsabilidad que contraes con ese apodo, ¿eh? Un boxeador con mi apodo tiene la obligación de ser grande.